Marc tiene una vida familiar armoniosa con su esposa y Marion, su hija de ocho años. Pero su mundo se derrumba cuando un automóvil frente a su casa mata a Aurélie, la mejor amiga de su hija. Marc se siente culpable después de decirle que se vaya a casa. Si se hubiera quedado más tiempo, todavía estaría viva. Marc está atormentado por la mirada que Aurélie le dirigió antes de morir. Esta vívida imagen da un vuelco a su vida. Desarrolla trastorno de estrés postraumático. Su querido mundo comienza a desmoronarse. Se niega a cuidar de sí mismo. Las cargas persistentes interrumpen su vida diaria. Inicialmente se niega al tratamiento, pero su esposa lo insta a seguir una psicoterapia, que lo sacudirá hasta la médula.