Essuman, vendedora de ñame y madre soltera, da a luz a un niño con paladar hendido y su primer instinto es huir, ya que la acusan de causar la "imperfección" de su hijo. Hace el intento, pero su conciencia la trae de vuelta y acepta su destino. Tres años después, a su hijo se le diagnostica parálisis cerebral porque no puede hablar, sentarse o caminar como sus compañeros. Decidida a encontrar una cura para su hijo, Essuman salta de hospital en hospital hasta que acepta que la condición es incurable. Ella renuncia a los hospitales y busca la ayuda de un herbolario, un pastor protestante y luego un espiritualista. Todos la engañan, se aprovechan de ella o la engañan. El estrés de cuidar a un niño discapacitado y las críticas llevan a Essuman a tomar ciertas decisiones difíciles.