En una tierra asolada por sequías y por conflictos étnicos, los hijos de los pobres de las zonas rurales están muriendo en una amarga guerra civil. Sin embargo, Wannihami, el anciano ciego, sabe que pronto lloverá. En la festividad budista de la luna llena, el cuerpo de Bandara, el hijo soldado de Wannihami, es llevado a casa en un ataúd sellado. Las lluvias caen el día que Bandara es enterrada. Pero Wannihami se niega a firmar los documentos que dan derecho a la familia a una indemnización del Gobierno. A pesar de la presión de su desesperada comunidad, Wannihami aún conserva una claridad de visión que trasciende su ceguera. Decide desenterrar el ataúd sellado de su hijo, aunque sabe que invalidará el reclamo de compensación. Su mayor propósito es creer que la guerra no puede matar a su hijo.