Una interpretación de ballet de la novela gótica DRACULA de Bram Stoker, presentada en un estilo que recuerda al cine expresionista mudo de principios del siglo XX. Esta obra emplea el uso sutil ya veces audaz del color para enfatizar sus temas, pero principalmente se presenta en blanco y negro o teñido en monocromo. No se puede escuchar ningún diálogo hablado, y la historia de un inmigrante siniestro pero intrigante que se aprovecha de las jóvenes inglesas se desarrolla a través de la danza, la pantomima y los subtítulos.