Champán para los ojos, veneno para el resto. Una rubia mortal en un coche de época blanco arroja a sus víctimas enamoradas en el Canal de Venecia. Primero un escritor, luego un chico guapo. E incluso un comisario italiano. Al menos esa es la trama básica de la película del cineasta Klaus Lemke, que deambula por Maxvorstadt y Schwabing de Munich, justo cuando sus jóvenes protagonistas principales deambulan por el vecindario. Porque bien podría ser que los humanos seamos todos falsos complicados que alguna vez comenzaron su propio negocio. Como sucede con los títulos de películas que le ha dado alguien.