Debido a una ofensa en el vecindario de un jefe de la Camorra, Verónica, de dieciséis años, se convirtió en rehén dentro de un edificio abandonado en las afueras de Nápoles, a la espera de ser castigado. Uno para mirarla es Salvatore, un miedo tímido y un clamor con el que en las horas de espera Verónica establece una relación de complicidad y afecto.