En una pequeña aldea, había un niño que lloraba constantemente. Su llanto era tan fuerte que podía escucharse en todo el pueblo. Los habitantes estaban cansados de escucharlo y no sabían qué hacer para calmarlo.
Un día, una anciana sabia llegó al pueblo y se acercó al niño llorando. Con voz suave, le preguntó: "¿Por qué lloras, pequeño?". El niño entre sollozos le respondió que se sentía solo y triste.
La anciana le dijo: "No estás solo, siempre hay alguien dispuesto a escucharte y ayudarte. Deja de llorar y abre tu corazón a la alegría". El niño se calmó y sonrió por primera vez en mucho tiempo.
Desde ese día, el niño dejó de llorar y se convirtió en un niño alegre y amable. Los habitantes del pueblo se sorprendieron al ver el cambio en él y agradecieron a la anciana por su sabiduría.