En el imaginario colectivo, el montañismo es visto como una actividad elitista y peligrosa. Cuando la prensa dominante habla de montañismo, generalmente es para relatar un drama o una hazaña. Los montañeros se clasifican luego en dos categorías. Por un lado, superhombres imprudentes, enfrascados en una lucha a muerte con las montañas. Por otro, gente inconsciente irresponsable, que con demasiada frecuencia es necesario salir de un mal momento movilizando importantes medios de rescate. Pero, ¿esta imagen negativa del montañismo coincide con la realidad? ¿Y si el montañismo tuviera otra cara, la de una práctica poco conocida, más extendida de lo que se piensa? ¿Y si el montañismo no fuera solo una cuestión de superhombres, sino que también tuviera un rostro femenino?