Hawking es una película increíblemente conmovedora que convierte la física en algo dramático y humano. Un joven que trabaja contra el tiempo inventa una forma de colapsar todo el tiempo juntos, en reversa, y reescribe el Capítulo 1 del Génesis. Benedict Cumberbatch interpreta a Stephen Hawking, como en "Sherlock", el actor debe proyectar a un hombre grandioso que es simultáneamente brillante, aislado, disruptivo y vulnerable. A diferencia de Sherlock, parte de lo que separa a Hawking es que debe habitar un cuerpo arruinado. Su Hawking tiene ingenio y encanto, pero eso se camufla por la incapacidad de moverse o hablar de manera coordinada. Cumberbatch tiene que proyectar la gran mente y el alma sensible en pequeños gestos y miradas, sin parecer forzado.
Interpreta el papel brillantemente, mostrando los lentos grados de deterioro, que podrían haberse vuelto ridículos o cursis. La física es poesía escrita en números, y Hawking es el Shakespeare de esta extraña y elitista hermandad. Para mostrarnos esto, Cumberbatch tiene momentos en los que su sonrisa es tan hermosa y cautivadora que sentimos como si hubiéramos visto el "Big Bang" explotar en su cabeza. Su pequeña y torpe marcha para entregar su tesis que sacude al universo es una de las cosas más tiernas e inspiradoras que he visto, y recuerda, he visto a Brando en la escena final de "On the Waterfront".
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