A pesar de la túnica roja y la peluca, el juez John Deed no es un juez promedio de un tribunal superior. Apuesto, en forma y de cincuenta y tantos años, tiene un encanto desenfadado que contradice su agudo intelecto. Su pasión por la justicia y su enfoque inconformista lo enfrentó al departamento del Lord Canciller. El enfoque individual de este juez contradice con demasiada frecuencia las convenciones por su propio bien, ya que evita decididamente el tradicionalismo que el sistema intenta imponerle.