Ante el cambio climático, muchos países se han embarcado en la transición energética. Desde la COP21 de 2015, que estableció objetivos exigentes para la reducción de gases de efecto invernadero, las energías verdes han ido en aumento. El coche eléctrico se ha convertido así en la mascota de esta revolución. Pero los fabricantes siguen siendo discretos sobre la huella de carbono de sus coches marcados como "cero emisiones". Porque no solo consumen electricidad que no siempre es limpia, sino que también consumen metales raros como el cobalto o el litio, cuya extracción causa estragos en el otro lado del mundo. En China, por ejemplo, campeón de los metales raros, en la provincia de Heilongjiang, una alfombra de polvo tóxico cubre las regiones agrícolas.