Sintiéndose cruelmente abandonado por su novia Cora que se negó a unirse a él en un viaje en barco reservado por sorpresa por no mostrarse entusiasta al instante cuando ella anuncia el embarazo de la nada, Finke decide ir de todos modos y convence a sus amigos de squash para que contribuyan ese fin de semana, para evitar perder un pago inicial considerable que de todos modos no podía permitirse. Condenados el uno al otro constantemente, su amistad se pone a prueba más que nunca, ya que los problemas de cada uno se vuelven imposibles de evitar. Además, se meten en problemas cuando los temperamentos chocan, oponiéndose al temerario manitas con deudas con un despiadado jefe de pandillas de motociclistas y al predicador parroquial demasiado cauteloso cansado de las responsabilidades interminables y de su esposa, y la falta de aptitud náutica se combina con varias mala suerte.