En la ciudad de Nueva York, cuando se comete un crimen, las víctimas son representadas por dos grupos de personas distintos pero siempre entrelazados.
Por un lado, está el departamento de policía, representado aquí por los detectives de homicidios del 27º distrito.
Es su trabajo investigar el crimen, recopilar evidencia, entrevistar testigos y luego, cuando la evidencia apunta a un sospechoso o sospechosos, proceder a su arresto.
El asunto es entonces tomado por los fiscales de la oficina del Fiscal del Distrito de Manhattan, quienes discuten acuerdos y negociaciones, preparan a los testigos y la evidencia, todo mientras llevan a cabo el caso del pueblo en el juicio del acusado.
Ambos equipos trabajan juntos, así como con la Oficina del Médico Forense, el Laboratorio de Criminalística y los psicólogos o psiquiatras de la Policía y la Fiscalía.
Rara vez los asuntos se resuelven fácilmente, o de manera satisfactoria para las personas involucradas.
Se cometen crímenes que frecuentemente crean malestar público y controversia, desafían y manipulan la raza, la moral y las creencias, los culpables pueden quedar impunes y los inocentes arruinados para siempre.
Los detectives y fiscales están cansados, cínicos, imperfectos, humanos y vulnerables. Y, sin embargo, de alguna manera siguen dedicados a sus trabajos, para hacer que los culpables respondan por sus crímenes y obtener algún sentido de justicia para la víctima y la familia de la víctima.
Estas son sus historias...
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Rob Dougan:
Escritor
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