Durante la Segunda Guerra Mundial, Darrel estuvo destinado en Europa. Andrew estaba peleando en Filipinas. En el caos del combate, cada uno robó valiosos tesoros y los escondió en el extranjero antes de regresar a la vida civil en Estados Unidos. Sesenta años después, en Estados Unidos, ninguno de los dos parece arrepentirse de sus crímenes de guerra. Ambos quieren recuperar los tesoros que perciben como propios. No se conocen, pero ambos conocen a Lance, un inventor, vendedor de autos usados y cazador de tesoros aficionado, quien, contra todo pronóstico y buen juicio, intenta ayudarlos a encontrar sus bienes saqueados perdidos.