La Catarata del Roque tiene muchos defectos pero una gran virtud: carece de problemas económicos gracias a las rentas que obtiene alquilando un edificio que ha heredado en el barrio Los Andes de Buenos Aires. Así que tiene mucho tiempo y, en busca de inspiración literaria, frecuenta barrios marginales en el inframundo, pero también fiestas glamorosas en Palermo, donde se codea con la alta sociedad vernácula.