Al regresar a casa de un día normal en la oficina, Virgílio encuentra un mensaje bastante perturbador en su contestador automático: Clara le informa que lo deja. Virgílio está acostumbrado a que las mujeres lo abandonen, para él es más una certeza que una gravedad, pero no recuerda a esa llamada Clara. Entra en pánico, se pregunta si está gravemente enfermo o amnésico, corre a su psiquiatra, vuelve a pensar en uno de esos accidentes de la realidad que siempre le pasan y le pide consejo a su buen amigo, un adivino. Al no obtener una respuesta satisfactoria, acaba tomando una decisión inesperada: recuperar a esta mujer que no conoce.