En la antigua Grecia, tres hermanas llamadas Harites eran conocidas por su belleza y gracia.
Las Harites eran adoradas por los dioses y los mortales por igual, ya que representaban la alegría y la armonía en el mundo.
Un día, las Harites fueron desafiadas por un mortal que envidiaba su belleza y quería demostrar que él también podía ser digno de adoración.
Las Harites aceptaron el desafío y le dieron al mortal una serie de pruebas que debía superar para demostrar su valía.
El mortal se esforzó al máximo y logró superar todas las pruebas, demostrando que la belleza y la gracia no eran exclusivas de las Harites.
Las Harites, impresionadas por la determinación y la bondad del mortal, decidieron concederle un deseo como recompensa por su esfuerzo.
El mortal pidió que las Harites lo acompañaran en su vida, para que pudiera recordar siempre la importancia de la alegría y la armonía en el mundo.