Kailasam fue una vez un dios intrépido de un hombre. A los 55 años no puede quejarse. La vida es buena Su único hijo se niega a hablarle. En cuanto a activos, una larga lista de enfermedades, una gran casa en ruinas y una caja llena de dulces naranjas. Sabe que los caramelos de naranja son malos para su diabetes crónica. Pero, ¿de qué sirve vivir si tenemos que privarnos de los placeres más pequeños? Le gusta reír ante la muerte. Pero la muerte no parece interesarse por él. Cuando se aburre mucho, llama al servicio gratuito de ambulancia de emergencia y consigue que lo lleven al hospital en la ciudad más cercana y de regreso a casa. El viaje de 3 horas es el día libre para su bebé. Entra Satya, un paramédico. Está de luto. Su difícil padre acaba de morir y Satya está lleno de remordimientos por no haber tenido la oportunidad de hacer las paces con él. Cuando conoce al anciano Kailasam, tiene que preguntarse por qué ha entrado en su vida el viejo alborotador obstinado, el viejo bribón que le recuerda a su padre, a todas las personas. Tiene...