En la noche del 2 de junio de 2011, ocurre la mayor masacre en la historia de Estados Unidos en el pueblo fronterizo de Sangre de Cristo, Arizona, a pocos kilómetros al norte de México.
La población entera de 57 habitantes desaparece de la noche a la mañana, y a la mañana siguiente no queda nada más que rastros de sangre que se adentran en el desierto.
La policía arresta al único sobreviviente: un inmigrante ilegal, Francisco Salazar, que es encontrado cubierto con la sangre de varios de sus compañeros residentes.
A pesar de la falta de pruebas forenses convincentes, Salazar es acusado de todos los asesinatos, en medio de la histeria racial y la paranoia que permea la frontera entre Estados Unidos y México.
En el juicio, surge una nueva y convincente pieza de evidencia: algo terrible y despiadado pasó por el pueblo esa noche, y Salazar fue el único que lo registró.
En un rollo de película de 36 fotografías se encuentra el registro de una ola de horror espantoso, y posiblemente, una visión inquietante de más derramamiento de sangre por venir.