Considerándolo todo, Jim tiene una buena vida: es un arquitecto exitoso, él y su esposa Mary están enamorados y tienen un hijo sano y bien educado. Lo único que Jim podría pedir es que su esposa sea un poco más abierta sobre el sexo; todo lo que ella siempre quiere es hacer el amor suave y gentilmente, mientras que a Jim le gustaría ser un poco más salvaje de vez en cuando. Mary considera que el problema está al final de Jim; ella piensa que son ejemplos de sus defectos personales y que sus deseos sexuales son anormales y egoístas. Cuando comienza a negarle el sexo a Jim, su frustración aumenta y comienza a afectar toda su vida; sigue alquilando películas pornográficas, no consigue una cuenta en el trabajo y acaba intentando obtener satisfacción espiando a sus vecinos con binoculares.