La agencia ha estado abierta durante dos meses y Precious todavía está tratando de impulsar el negocio. Decide hacer publicidad y contrata al joven Wellington para que le distribuya volantes. Los casos continúan llegando. Ella investiga a un dentista nigeriano, el Dr. Komoti, cuya recepcionista afirma que está lastimando a los pacientes. Ella se hace pasar por una paciente, pero encuentra que el médico es bastante profesional. Ella lo sigue y le resulta extraño que haga frecuentes viajes cortos en automóvil a la vecina Sudáfrica. Allí encuentra un doble problema. También es contratada por alguien cuyo perro ha desaparecido. La esposa del hombre está fuera de sí y aunque Precious no se cree una cazadora de perros, decide aceptarlo como cliente. Wellington resuelve el caso. Cuando ve a una mujer llorando leyendo uno de sus folletos, Precious recibe el caso de un marido desaparecido. El hombre se había unido a un nuevo grupo de la iglesia y nunca había regresado de los servicios unas dos semanas antes. El problema está todo en el agua.