Damian, el hijo de Lucifer, está tan apegado a su banjo que su padre no podía soportarlo. Lucifer sentía que su hijo nunca crecería para ser un demonio temido. Así que durante su charla de padre e hijo, Lucifer intentó persuadir a Damian para que tocara un violín, un instrumento musical favorito entre los demonios. Damian no pudo separarse del banjo, a pesar de las demandas de su padre. Esto llevó a circunstancias imprevistas que dejaron una tensión entre el príncipe de las tinieblas y el gobernante del Infierno. Sin embargo, hacia el final, resulta que tanto Lucifer como Damian son similares a pesar de tener gustos musicales diferentes.