Un cocinero apasionado, el aclamado cineasta Werner Herzog introduce algunos aromáticos culinarios en su zapato y usa los cordones para amarrarlo como un pollo, antes de meterlo en una olla con agua y grasa de pato para guisarlo. Es para que pueda llevarse el zapato guisado a una de las primeras proyecciones de la película debut de Errol Morris, Gates of Heaven (1978), para comérselo. Este acto cumplirá con la pérdida de una apuesta con Morris, a quien conoció como estudiante de cine, de que nunca podría hacer una película. La apuesta no fue el intento de Herzog de un golpe contra Morris, sino más bien para apoyar a un Morris que lucha pero con talento en su búsqueda para hacer lo que sea necesario para financiar un proyecto de película. En el proceso de comerse el zapato, Herzog quiere alentar a otros aspirantes a cineastas y establecer una agenda para aumentar lo que él llama imágenes adecuadas como un verdadero reflejo del mundo.