Yaroslav Kostrov, un grosero y peculiar propietario de una pequeña empresa de transporte en Murmansk, por coincidencia, termina en una prisión noruega, donde el nivel de comodidad se asemeja a los buenos hoteles con todas las comodidades e Internet. Pero lo único que conecta a Yarik con la casa es la ventana de Skype, a través de la cual tendrá que salir de alguna manera de las circunstancias imperantes, así como resistir a la mafia, controlar su negocio, intentar no perder a su esposa y criar hijos que negarse a ser mencionado por videocomunicación.