En un pequeño pueblo perdido en las montañas, vivía una niña llamada María. Ella era conocida por todos en el pueblo por su belleza y su dulzura. Un día, mientras jugaba en el bosque, María se encontró con una piedra mágica que brillaba con una luz dorada.
Intrigada por la piedra, María decidió llevársela a casa. Desde ese día, cosas extrañas comenzaron a suceder en el pueblo. Las cosechas fallaban, los animales se enfermaban y la gente se volvía cada vez más triste.
María se dio cuenta de que la piedra estaba causando todo ese caos. Decidió regresarla al bosque, pero cuando lo hizo, la piedra se rompió en mil pedazos y una luz brillante envolvió a María.
Cuando la luz se desvaneció, María se había convertido en una piedra. Los habitantes del pueblo la encontraron y la colocaron en el centro de la plaza, donde permaneció como una estatua de piedra para siempre.