Adrift in Tokyo
Takemura no tiene amigos ni familia. Es un estudiante pero no tiene ambiciones particulares. En otras palabras, no va a ninguna parte rápidamente. Para colmo, el pobre desgraciado tiene una deuda de 800,000 yenes. Fukuhara, un cobrador de deudas malhumorado con un glorioso mullet, está tras él. Después de golpear a Takemura, le da un ultimátum: 72 horas para pagar, o sino. Takemura apenas recupera el juicio cuando se encuentra con Fukuhara por segunda vez, y esta vez el matón tiene una propuesta diferente: un paseo. Así es, a cambio de un millón de yenes, Takemura debe acompañar a Fukuhara en un paseo por la ciudad de Tokio. Comenzando en un rincón distante de la ciudad, comienzan su caminata hacia el centro, entablando una conversación. Es en este punto que Fukuhara admite que recientemente ha matado a su esposa, y tiene la intención de entregarse en la comisaría de policía de Kasumagaseki, porque, dice, es la mejor de la ciudad. Sin embargo, el itinerario de la pareja no es rápido ni directo. El dúo dispar se desplaza de un lado a otro, pasando el rato y encontrándose con una serie de personalidades excéntricas, criaturas de los diversos hábitats de la jungla urbana. A medida que su caminar, hablar y compartir verdades continúa, la relación entre Takemura y Fukuhara comienza a transformarse en amistad.