Andrés, recientemente liberado de la cárcel, experimenta una ruptura emocional con su hijo de 12 años, José Ramón, luego de una oscura tragedia familiar que nadie se atreve a enfrentar. Además, víctima de la misma falta de comunicación, la abuela del niño hace todo lo posible por normalizar sus vidas, pero no había contado con la incapacidad de Andrés para olvidar el pasado ni con el comportamiento cada vez más peculiar de José Ramón. Los tres intentan torpemente suturar la grieta, solo para empeorar la situación con cada intento, llevándolos lentamente al borde de un nuevo y permanente desastre.