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Un hombre es contratado para actuar como valla publicitaria ambulante (El Hombre Sándwich) para un cine local en un esfuerzo por proveer para su familia con su modesto salario. Al darse cuenta de que su bebé no podía reconocerlo sin su maquillaje de payaso del trabajo, decide quedarse en su traje de trabajo en casa, desempeñando el papel de una figura modelo para su hijo.
Dos vendedores salen a vender ollas a presión en una zona rural, donde los lugareños muestran poco interés en tal invento extravagante pero innecesario. Mientras luchan por hacer crecer su negocio, uno de los vendedores nota a una chica bonita que siempre lleva un sombrero y se pregunta por qué lo hace.
Un trabajador de cuello azul y padre de varios niños pequeños resulta gravemente herido en un accidente automovilístico, por el cual un oficial militar estadounidense destacado en Taiwán es responsable como conductor. Se le ordena entregar una generosa compensación a la víctima y su familia como gesto de buena voluntad, el oficial lleva manzanas para que la familia del trabajador herido las disfrute junto a su cama de hospital.
Como si el sabor de las manzanas fuera un sabor del cielo, este cortometraje satírico concluye la antología de tres partes que explora temas como la explotación, el sufrimiento y la desigualdad en el contexto de las luchas de Taiwán hacia la modernidad.