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Cada ciudadano de Jotuomba juega un papel integral en la vida del pueblo. Madalena se encarga de hornear pan; cada mañana apila sus panecillos mientras Antonio prepara el café. Los dos comparten un ritual matutino de discusiones e insultos, seguido de una amistosa taza de café en el banco frente a la tienda de Antonio. Al mediodía suenan las campanas de la iglesia, convocando a los aldeanos a misa. Al atardecer, todos comparten una comida juntos. Y así transcurre la vida en Jotuomba, los días se mezclan lánguidamente entre sí. Las únicas variaciones parecen estar en el clima. Un día llega Rita buscando un lugar para quedarse. Se topó con el pueblo mientras viajaba por el valle, siguiendo las vías del tren sin usar. Es fotógrafa y tiene la intención de capturar el encanto especial del pueblo. Inicialmente reticente, la gente del pueblo se abre gradualmente hacia ella, compartiendo sus historias y dejándose fotografiar. Rita se siente cómoda con las tecnologías antiguas y nuevas, y Madalena le enseña a amasar la masa por ...