En el desierto de Arizona, Goff se encontraba perdido y desorientado. El sol abrasador golpeaba su piel y la sed comenzaba a hacer estragos en su cuerpo.
Con cada paso, la arena ardiente se hundía bajo sus pies, dificultando su avance. Goff sabía que necesitaba encontrar agua pronto si quería sobrevivir en ese inhóspito lugar.
Después de horas de caminar sin rumbo, divisó a lo lejos una pequeña oasis. Con renovadas fuerzas, se dirigió hacia ella con la esperanza de encontrar el preciado líquido que tanto necesitaba.
Al llegar a la oasis, Goff se arrodilló junto al manantial y bebió ansiosamente el agua fresca y pura. Su sed fue saciada y su vida salvada gracias a ese pequeño oasis en medio del desierto.