Kylie Bucknell se ve obligada a regresar a la casa en la que creció cuando el tribunal la coloca en detención domiciliaria. Su castigo se vuelve aún más insoportable por el hecho de que tiene que vivir allí con su madre Miriam, una charlatana bien intencionada que está convencida de que la casa está encantada. Kylie descarta las supersticiones de Miriam como nada más que una distracción de una vida ocupada por verduras hervidas y chismes de pueblos pequeños. Sin embargo, cuando ella también se entera de susurros inquietantes y golpes extraños en la noche, comienza a preguntarse si ha heredado su imaginación hiperactiva, o si la casa está poseída por un espíritu hostil que está menos que feliz con el nuevo arreglo de vivienda.