En 1998, el ex dictador chileno Augusto Pinochet visita Gran Bretaña para recibir tratamiento médico. Amnistía Internacional, al recibir el aviso, aprovecha la oportunidad para llevar ante la justicia a un hombre que, según ellos, es culpable de múltiples violaciones de derechos humanos. El gobierno laborista recién elegido está inicialmente dispuesto, y pronto Pinochet está bajo arresto domiciliario (aunque en una casa unifamiliar en un frondoso suburbio) y esperando la extradición a España. Sin embargo, Amnistía se enfrenta a las complejidades de la ley británica, las vacilaciones del ministro del Interior, Jack Straw, la ex aliada de Pinochet, Margaret Thatcher, y las vastas reservas de astucia del propio senador.