El soldado Martynko llega a la caseta de vigilancia por haber dejado su puesto para jugar al fútbol e inadvertidamente metió el balón en la casa del general. En el escritorio de su cámara encuentra cartas mágicas, del juego en el que nadie se niega y solo gana el dueño, y primero limpia al alcaide, habiendo ganado tanto el dinero como las botas y, finalmente, las llaves. Dejando al alcaide en la celda con sus simples pertenencias y marchando a la libertad, el mártir en el mercado gana el primer capital y pasa a una sociedad superior.