Miranda es indiscutiblemente hermosa. Alta, con una figura esbelta, con largos cabellos oscuros que enmarcan un rostro casi perfecto. La joven acaba de cumplir treinta años. Y el único objeto de su deseo es Mariano, su esposo de los últimos diez años.
Mariano recientemente celebró su cuadragésimo cumpleaños, y durante veinte años ha estado al frente de su puesto de frutas en el mercado en el pequeño pueblo toscano de Anghiari. Manzanas, peras, plátanos y frutos secos en invierno; duraznos, ciruelas y sandía en verano. Siempre el mismo grupo de clientes, para quienes siempre tiene una sonrisa, porque la vida de Mariano junto a su esposa Miranda es realmente espléndida.
Los dos hacen el amor todos los días, como si se acabaran de conocer. Las miradas, caricias y sonrisas que se intercambian apuntan a una unión destinada a durar para siempre... A menos que...