El palacio presidencial de un país devastado por la guerra cae en manos de las fuerzas insurgentes. El presidente huye, escoltado por su primer ministro y cuatro guardias. Aconsejan al presidente que se vaya al extranjero, pero el presidente se niega a dejar atrás a su gente. Quiere llegar a las tropas leales que se rumorea que lo esperan en la remota aldea de Khibula. El viaje es difícil: a pie por un terreno montañoso y helado. Las fuerzas enemigas invisibles están persiguiendo al presidente, permaneciendo invisibles y sin ser escuchadas, pero asegurándose de que el presidente sepa que lo persiguen. En Khibula no hay señales de tropas leales. El presidente comienza a dudar de la lealtad de su primer ministro y guardias. El viaje físico se convierte en un viaje espiritual hacia una meta desconocida para los hombres que se han comprometido a protegerlo. El papel de sus protectores no está claro: ¿lo están persiguiendo, protegiéndolo de las fuerzas enemigas o de sí mismo? El presidente viaja más alto en las montañas, perseguido tanto por sus amigos como por sus enemigos.