La pandilla está de vuelta en esta tercera entrega, y abandonaron el distrito textil Sentier de París, que se desvaneció, y decidieron establecerse en el próspero suburbio de Aubervilliers. Sin embargo, los viejos empresarios judíos que una vez controlaron el juego textil en esta área han renunciado a los mayoristas chinos jóvenes y dinámicos que no están tan ansiosos por compartir el mercado. No obstante, todos se adaptan a su nuevo entorno y encuentran su lugar y placer, adaptándose voluntariamente a la rutina hasta que las cosas salen mal; Simon, un mafioso local, tiene planes maliciosos para meterlos en problemas con la aduana y compromete la cohesión del grupo. Aun así, se unen y forman un plan propio, uniéndose a los chinos para vengarse.