Abbas Kiarostami y su asistente, Seifollah Samadian, viajan a Kampala, Uganda a solicitud del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola de la ONU. Durante diez días, su cámara captura y acaricia los rostros de mil niños, todos huérfanos, cuyos padres han muerto de sida. Grabando lágrimas y risas, música y silencio, vida y muerte, la película da fe de la soleada resiliencia de África frente a tanto sufrimiento y enfermedad.