En la Suecia rural del siglo XIX, era habitual que las deudas de las familias pobres con los terratenientes o comerciantes se pagaran mediante la reciprocidad sexual de mujeres o hijas. De acuerdo con puntos de vista morales y éticos bien establecidos y una interpretación bastante dudosa de la Biblia, tienen el derecho innegable de cobrar ese tipo de "renta" a cualquier mujer que les deba. El té se entrega a tal acreedor a pesar del suicidio de su marido. Su hijo más tarde asume el papel de padre, pero cuando la hija de Tea de dieciséis años tiene que ocupar su lugar para pagar la deuda, el hombre es castrado por uno de los hijos de Tea.