Kevin Barlow morirá a tiempo y de acuerdo con las regulaciones. Harry Parlington, director de la instalación de ejecución de Cantos, tiene la intención de asegurarse. Independientemente de cómo Barlow elija ir, ya sea con calma o luchando violentamente hasta el final, Parlington se siente seguro de que él y su equipo pueden lidiar con la situación. Cuando Barlow hace una petición final desconcertante e inusual, se produce un extraño duelo entre el condenado y el director de la prisión. En esta lucha no puede haber ganador ni perdedor, solo dos hombres enfrentados a dudas y decisiones difíciles de tomar. El agarre de hierro que Parlington suele mantener en el procedimiento de ejecución comienza a resbalar a medida que las últimas horas se convierten en un laberinto de maneras de morir.