Una noche, Maloin, un cambista en una estación de ferrocarril junto a un puerto de transbordadores, es testigo de un terrible evento. Está observando la llegada del último transbordador por la noche desde su sala de control en lo alto de una viga de hierro, desde donde puede ver toda la bahía. De repente, nota que el primer pasajero que desembarca, una figura alta y delgada (un tal Brown, como resultará más tarde), abandona el puerto, pero no por la ruta habitual: después de pasar por la aduana, rodea el muelle y se retira a un rincón oscuro, esperando. En frente de él, frente al barco, pronto aparece otro hombre y arroja una maleta hacia el hombre en la orilla. Él va y la recoge, luego espera en un rincón oscuro a que el otro hombre se una a él. Sin embargo, cuando llega, comienzan a discutir y finalmente, en el transcurso de la pelea vehemente, debido a un golpe que resulta ser fatal, el más bajo cae al agua y se hunde, aferrando la maleta en su mano. Maloin está observando la escena, asombrado. En un estado de miedo y shock, abre la puerta de su sala de control, pero el sonido agudo y fuerte de la puerta chirriante perturba y asusta al asesino. Brown se ve obligado a huir antes de poder sacar la maleta del agua. Después de que el asesino desaparece por una de las calles detrás del puerto, Maloin baja con cautela de su cabina a la orilla. Cuando se da cuenta de que no hay nada que pueda hacer por la víctima, saca la maleta del agua. La lleva a su sala de control y la abre: está llena de dinero. Está deslumbrado. No llama a la policía ni busca al asesino; simplemente se queda mirando la pila de dinero. Simplemente no puede creer lo que ve. Luego, después de secar y contar meticulosamente los billetes, esconde la maleta en su armario y la cierra con llave. Al amanecer, cuando llega su colega, actúa como si nada hubiera pasado. Regresa a casa por su ruta habitual. Sin embargo, este camino ya no es el mismo;