Hastings es invitado por su amigo Charles Arundel para estar a mano cuando intenta batir un récord de velocidad en el agua en un lago Windermere, pero el motor de su barco le falla. En una recepción posterior en la finca de la tía acomodada de Charles, Poirot y los otros invitados son testigos de su negativa a continuar financiando el costoso pasatiempo de Charles, y él la amenaza. Más tarde, cuando casi muere en un extraño accidente que involucra a su mascota, el fox terrier Bob, le confía a Poirot que sospecha que un miembro de la familia intenta matarla para ganar parte de su patrimonio. El detective le aconseja desheredar a sus parientes codiciosos y nombrar a un amigo como beneficiario. A pesar de esta precaución, muere abruptamente en circunstancias cuestionables, pero las autoridades locales se niegan a autorizar una autopsia. Ante la sospecha de un juego sucio, Poirot mira a su ingenio, así como al perro Arundel, que sigue siendo un testigo silencioso del asesinato.